Cuando nacen nuestros hijos son muy frágiles y vulnerables. Necesitan tanto de nosotros que pocas veces tenemos en cuenta que crecerán, que serán hombres y mujeres y serán dueños de su destino.
Si a eso le sumas que nuestro hijo manifiesta de un día para otro una condición como la Diabetes tipo 1. Al principio pensamos que puede morir ante cualquier error, podríamos tener la tendencia a sobreprotegerlo. Lo que sí es que la verdad estamos más cerca de ellos que si no viviera con diabetes tipo 1, porque la primera etapa, y la segunda, el peso recae en nosotros.
Si nosotros aceptamos la condición, nuestros hijos la aceptarán. El cuento que nos echamos sobre la diabetes, nuestros hijos lo adoptarán. Si sentimos lástima por nuestros hijos, ellos también sentirán lástima de ellos mismos y adoptarán el papel de víctima, que implica mucho trabajo interno y mucha terapia para salir de él.
Ciertamente, somos decisivos en la infancia pero incluso desde ese primer momento debemos trabajar su independencia porque la verdad es que no nos tendrá toda su vida. Desde muy pequeños deben tener esa creencia de que ellos pueden hacer sus cosas por sí solos, incluso gestionar su tratamiento. Con nuestra ayuda y supervisión, claro está, pero poco a poco que vaya sabiendo que tarde o temprano él podrá solo solito o solita llevar su condición exitosamente.
Si tu niño de 5 años te pide que lo enseñes a inyectarse, y te demuestra que se sabe medir por sí solo su glicemia, ese niño te está pidiendo a gritos independencia. Como padre o madre es tu deber dársela.
Si por el contrario, tu hija de 10 años con 4 años con la condición tiene miedo de inyectarse, tu deber es estimularla para que se inyecte sola y tenga esa independencia.
Promovamos su independencia en el manejo de su condición. Que sepan que estamos allí cerca de ellos, que pueden sentirse seguros aunque nosotros no estemos con ellos, ya sea porque están en el colegio, o en alguna actividad con sus amigos.
Démosle la educación y las herramientas para que ellos puedan gestionar su diabetes. Recordemos que nuestros hijos no son nuestros y debemos prepararlos para el mundo que les espera.
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